volcán

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lunes, 3 de noviembre de 2014

En lo más alto






La vida le sonreía y se lo había ganado a pulso. Había recorrido cada etapa de su corta existencia ajustándose a lo que su entorno, la sociedad y el mundo esperaban de él.
Fue un niño adorable, rubio y de ojos azules, orgullo de su madre y envidia de las de otros, tuvo sus momentos traviesos de varoncito bravío que eran reprendidos por su familia como un modo de inculcarle el valor de la disciplina, pero en el fondo les llenaba de satisfacción comprobar que su pequeño poseía esa fuerza ingobernable, una cierta inquietud viril que, correctamente controlada, le convertirían en un hombre de bien.

Así que aprendió a comportarse según lo requerían las circunstancias, a sacar buenas notas y a la vez cultivar el compañerismo, a sonreír en el momento y ante los ojos apropiados y sobretodo, a crear lazos de amistad allá en donde convenía y a ganarse el afecto y la simpatía de aquellos que tenían algo que ofrecer. 

A pesar de su juventud, llevaba toda la vida con su novia de siempre, lo que le convertía en un marido ideal a ojos de las madres más conservadoras y los padres más sobreprotectores. Se conocían desde niños, y tras compartir dramas de pubertad y veranos adolescentes, decidieron que estaban hechos el uno para la otra. Ella era una joven bonita, sin ser llamativa, de rasgos aburridamente correctos y formas armoniosas, sin ser provocativas. Una perfecta dama querida por todos, que había alcanzado sus sueños gracias a contactos familiares. 

A menudo se les podía ver paseando de la mano o disfrutando de un bucólico picnic en el parque, acompañados de dos minúsculos perros de raza chihuahua que se llevaban a todas partes. 
A pesar de conocerse desde siempre, la chispa del amor no había perdido su intensidad. Él la trataba como a una reina y ella sentía que todas sus expectativas románticas se habían cumplido con creces.
El sexo entre ellos era cortés, tierno, dulce y bimensual, siempre aliñado de palabras bonitas y mucho amor. Él prefería derivar otro tipo de prácticas, más instintivas y animales, a las profesionales de alto standing del club del que era socio. La idea de imaginar a su frágil enamorada sujetando su pene y poniendolo en aquella boca tan delicada, le producía cierto trastorno, así que consideraba que era una opción que les beneficiaba a ambos. 

Tenían planes de futuro, sueños de prosperidad, de alegría compartida y bienes materiales. Luego vendrían los niños y la felicidad absoluta. 

Y ahí estaba ahora, a un paso de conseguirlo. Le habían ascendido al poco de entrar en la empresa, y saltándose casi todos los puestos intermedios estaba a punto de llegar a lo más alto. Mover hilos estratégicamente no tenía nada de desleal ni de farsante, al fin y al cabo llevaba toda la vida haciendo el esfuerzo de granjearse la simpatía de personas influyentes y esta era, ni más ni menos, la recompensa que merecía. 

Y ahí estaba con su traje hecho a medida y sus zapatos bien lustrados a punto de firmar el contrato que le abriría todas las puertas.  
Así que sacó un elegante bolígrafo de su chaqueta, en un gesto resuelto y seguro de si mismo y escribió: "el trabajador prestará sus servicios como 'Jerente'…. 






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