volcán

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sábado, 4 de junio de 2016

No trespassing



A golpe de traición invadieron su morada, que halló revuelta, tras una jornada agotadora. Le dolían los hombros de soportar el peso de la propia vida y el pecho de arrastrarse en el día a día.

Entró con el corazón acelerado, sin hacer ruido y afinando al máximo el oído y el olfato, como un perro de caza. No había nadie más allí. Aparentemente no habían sustraído nada, los objetos de valor estaban en su sitio, el tocadiscos antiguo; la delicada vajilla que su abuelo había traído del Japón, envuelto en papel de periódico, en uno de sus viajes marineros; el retrato al óleo que su padre pintó de su madre, cuando aún se amaban. 

Sin embargo todas sus cartas estaban en el suelo, fuera de las bonitas cajas donde las conservaba, desperdigadas por la alfombra, extraídas bruscamente de sus sobres, desplegadas y manoseadas. Todo un mar de palabras, llegadas desde familiares lejanos, amigos ya perdidos, amistades iniciadas, que le habían regalado sólo a ella, como obsequios de tiempo que le habían dedicado, pensándole con cariño, con curiosidad, con alegría o con deseo. Letras ultrajadas por ojos prohibidos. 

No, aparentemente no habían robado nada.


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