volcán

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lunes, 17 de noviembre de 2014

Memoria inmaterial



Huellas desfiguradas por el vaivén de las olas 

sobre la arena de una playa 

desierta y gris de brumas, 

que confunden la linea del cielo y el mar,

mientras resuena el eco de la voz desgarrada 

de alguna gaviota solitaria 

que atravesó la niebla, 

hace tan solo un instante.



Así son los recuerdos.


Difuminándose.

martes, 11 de noviembre de 2014

Luces y sombras




De niña, cada domingo despertaba con una presencia espantosa en mi cuarto. Era una oscuridad terrible y silenciosa que se agazapaba junto al armario y me observaba fijamente, sin ojos ni forma física, sin contorno, ni masa, mientras yo, arrebujada hasta los ojos, inmovilizada por el terror, sentía aquella presencia de tiniebla acechando mi pequeñez, y aguardaba a que mi madre viniese a mi rescate.

El domingo, sin embargo, era el día más bello de la semana. Desayunaba mientras escuchaba el campanario de la iglesia que a mis oídos sonaba como música, y contemplaba los haces de luz que se filtrabran a través de las cortinas del balcón, llenos de minúsculas partículas de polvo, imposible de atrapar con las manos de un niño. Lo mejor de todo, es que a veces, recibía el privilegio de elegir un cuento, lo que más amaba en el mundo por aquel entonces, el que yo quisiera, aunque normalmente, los más preciosos, los de tapa dura, no estaban al alcance de nuestras posibilidades, pero al final cualquiera de ellos, me hacía regresar sonriendo, sin recordar más al temible monstruo de mi habitación. Hasta el siguiente domingo.

Con el tiempo lo olvidé, pero no dejó de existir. Pasaron los años y descubrí que la presencia oscura venia conmigo, fuese a donde fuese. La llevaba adherida a mi cuerpo, como la sombra que Wendy cosió a los pies de Peter Pan. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

En lo más alto






La vida le sonreía y se lo había ganado a pulso. Había recorrido cada etapa de su corta existencia ajustándose a lo que su entorno, la sociedad y el mundo esperaban de él.
Fue un niño adorable, rubio y de ojos azules, orgullo de su madre y envidia de las de otros, tuvo sus momentos traviesos de varoncito bravío que eran reprendidos por su familia como un modo de inculcarle el valor de la disciplina, pero en el fondo les llenaba de satisfacción comprobar que su pequeño poseía esa fuerza ingobernable, una cierta inquietud viril que, correctamente controlada, le convertirían en un hombre de bien.

Así que aprendió a comportarse según lo requerían las circunstancias, a sacar buenas notas y a la vez cultivar el compañerismo, a sonreír en el momento y ante los ojos apropiados y sobretodo, a crear lazos de amistad allá en donde convenía y a ganarse el afecto y la simpatía de aquellos que tenían algo que ofrecer. 

A pesar de su juventud, llevaba toda la vida con su novia de siempre, lo que le convertía en un marido ideal a ojos de las madres más conservadoras y los padres más sobreprotectores. Se conocían desde niños, y tras compartir dramas de pubertad y veranos adolescentes, decidieron que estaban hechos el uno para la otra. Ella era una joven bonita, sin ser llamativa, de rasgos aburridamente correctos y formas armoniosas, sin ser provocativas. Una perfecta dama querida por todos, que había alcanzado sus sueños gracias a contactos familiares. 

A menudo se les podía ver paseando de la mano o disfrutando de un bucólico picnic en el parque, acompañados de dos minúsculos perros de raza chihuahua que se llevaban a todas partes. 
A pesar de conocerse desde siempre, la chispa del amor no había perdido su intensidad. Él la trataba como a una reina y ella sentía que todas sus expectativas románticas se habían cumplido con creces.
El sexo entre ellos era cortés, tierno, dulce y bimensual, siempre aliñado de palabras bonitas y mucho amor. Él prefería derivar otro tipo de prácticas, más instintivas y animales, a las profesionales de alto standing del club del que era socio. La idea de imaginar a su frágil enamorada sujetando su pene y poniendolo en aquella boca tan delicada, le producía cierto trastorno, así que consideraba que era una opción que les beneficiaba a ambos. 

Tenían planes de futuro, sueños de prosperidad, de alegría compartida y bienes materiales. Luego vendrían los niños y la felicidad absoluta. 

Y ahí estaba ahora, a un paso de conseguirlo. Le habían ascendido al poco de entrar en la empresa, y saltándose casi todos los puestos intermedios estaba a punto de llegar a lo más alto. Mover hilos estratégicamente no tenía nada de desleal ni de farsante, al fin y al cabo llevaba toda la vida haciendo el esfuerzo de granjearse la simpatía de personas influyentes y esta era, ni más ni menos, la recompensa que merecía. 

Y ahí estaba con su traje hecho a medida y sus zapatos bien lustrados a punto de firmar el contrato que le abriría todas las puertas.  
Así que sacó un elegante bolígrafo de su chaqueta, en un gesto resuelto y seguro de si mismo y escribió: "el trabajador prestará sus servicios como 'Jerente'…. 






domingo, 2 de noviembre de 2014

Et verbum caro factum est




"Te quiero", dijo, y dentro de sus entrañas comenzó a escucharse un leve borboteo, como líquido que alcanza la temperatura de ebullición.
"Te quiero", repitió, y la materia en su interior se contraía, condensándose en energía inversa, a punto de implosionar.
"Te quiero", decía, mientras con un pañuelo trataba de borrar de forma apresurada las huellas de su crimen.
"¡Te quiero!" repitió, y una gota carmesí se deslizaba por la comisura de sus labios.
"Te quiero", exclamó una vez más, antes de arrojar violentamente por la boca un géiser de mentiras mezcladas con pedazos de vísceras, sangre y sucios excrementos.